La madrugada del fatídico 27F de 2010, Tito salió huyendo de su hogar y de la ciudad en una bicicleta que había comprado hacía unas pocas semanas. Esa experiencia de un viaje sin retorno le provocó una regresión feliz: desde entonces volvió a ser el pedalero de su infancia y juventud, cuando montaba una fiel bici mini CIC, un emblema del Chile de los setenta. Hoy las bicicletas han recuperado la popularidad de antaño y llenan las páginas de la prensa porque se les asocia a la vida sana, a la descongestión y descontaminación, pese a que todavía no se les respeta como debiera. La construcción de ciclovías sigue siendo sólo una buena intención. También, se les ha descubierto un nostálgico valor vintage a los viejos modelos de antaño: los que alguna vez tuvieron una mini CIC o una pistera Oxford desean recuperarlas y mantenerlas en la sala como un adorno, para exhibirlas ante sus amigos. En pocas décadas, la bicicleta se ha multiplicado en sus variantes y capacidades, es tanto un medio de desplazamiento como un objeto de arte al que se le adora, y es cada vez más amplio el mundo de los talleres de restauración, de los grupos que se organizan en torno a ella para cualquier causa, o de los simples ciudadanos que de un día para otro dejan el auto en el garaje y se lanzan a pedalear.