Un hospital. Hordas de médicos. Enfermeras que trafican sangre. Grupos de fans. Enfermos vaciados de sus órganos.
Impuesto a la carne funciona como una metáfora nacional de los últimos doscientos años, en la que será posible
reconocer algunos de los pasajes más sórdidos de nuestra historia. Una crónica marginal que registra el tránsito de
dos almas anarquistas por un espacio opresor. La autora se embarca en una lectura orgánica de la figura materna,
esta vez no en clave simbólica, sino como un ente corpóreo y vivo que habita, literalmente, las entrañas de toda hija.