La autora superó absolutamente el criollismo de su obra primera, sin embargo todavía se hace presente en páginas iniciales de María Nadie. Ya no se insiste en el coloquio popular ni en la descripción de escenas típicas chilenas. Predominan en cambio, la caracterización sicológica honda y propia, las disquisiciones inteligentes y llenas de verdad interior, las confesiones autobiográficas dirigidas patéticamente a una gata callejera que no es acogida en la que parecía su casa. De nuevo el simbolismo, a hora a través de un animal abandonado, de grandes girones de la vida humana. María Nadie es ciertamente la mejor novela de Marta Brunet.